viernes, 26 de diciembre de 2014

José María Pemán: El Séneca y su amigo inglés.



Desde la guerra de Sucesión, el litoral español está florecido de buenas amistades británicas. En aquella radical división y rotura que en España se produjo entre los partidarios de Felipe V y los del archiduque de Austria, al que apoyaba Inglaterra, aquélla fue la solución castellana y de tierra adentro y esta otra, la de las costas, que recibían la sugestión de las olas y del pueblo que las enseñorea y manda. Desde entonces está regado el litoral español de unos puertos y zonas, suavemente britanizados, donde hay unas aristocracias mercantiles que se ponen corbatas a rayas, beben whisky y escriben "private" sobre el cristal opaco de la puertecilla de sus escritorios; Bilbao, Vigo, Málaga, Riotinto, Jerez, Cádiz... "los ingleses -suele decir el Séneca, suavemente- son las abejas de las frutas". Donde hay abejas, es porque allí hay flores, aceitunas, sal, hierro, higos...
Por lo general, el diálogo anglo-andaluz es abierto y cordial. Es una mixtura excelente, que en los caballos produce una perfecta armonía de fortaleza y elegancia, y en las mujeres, morenas y ojos claros. En general, es el encuentro de dos fórmulas bastante señoriles, y parecidas de la vida. Son muchos los andaluces que, después de almorzar en una venta, chupan al sol, largamente un palillo de dientes. Esto parece poco británico; pero lo es mucho en potencia. No es más que por falta de dinero por lo que no chupan el puro de Mr. Churchill. En general, las dos psicologías coinciden, al cabo, en el concepto gozoso de la vida. Durante la semana, puede que el concepto del trabajo las distancie un poco; el inglés, más positivo en su explotación; el bético, más filosófico y desinteresado. Pero queda el fin de semana. Allí es el encuentro perfecto. ..
Por eso el Séneca hace tan buenas migas con Mr. Hamilton, que posee, cerca de la de aquél, una viñita para su negocio de exportación. Mr. Hamilton va a sus viñas sobre un caballote, vistiendo chaquetilla corta de paño y camisa de seda: como quien se entrega por fuera, pero no por dentro y definitivamente. Suele detenerse a echar un cigarro con el Séneca, y sus discusiones sobre los mismos temas, son amistosas e interminables. ..
En los diálogos de Mr. Hamilton y el Séneca hay dosis de enorme vejez y civilización, que suaviza  y esfuma los contornos de todos los temas. Es un modelo de lenguaje internacional, muy superior al de la Conferencia de París... Aquella tarde, el Séneca esperaba a Mr. Hamilton armado de un diario y de un júbilo maligno, que hacía brillar como un lucero el cristal único de sus gafas de alambre.
-Estaba buscando si esto que dice este telegrama pasó en Casas Viejas o Benaocaz, o donde...
Y el Séneca, revolviendo con casta maligna, su diario, enseñaba a Mr. Hamilton el telegrama que narraba la ocupación violenta, por familias de los suburbios, de varias casas principales en el corazón de Londres. Pero Mr. Hamiton venía bien pertrechado con sus armas. Sacó su diario de Londres:
-Pero ya dice aquí, Séneca, que los ocupantes han recibido una cédula del Juzgado para que abandonen las casas en el término de tres días...
El Séneca humilló maliciosamente su tono.
-¡Ah, perdón! Yo creía que era una revolución y resulta que es un desahucio. Verdaderamente los españoles nos hemos buscado mil quebraderos de cabeza por vivir tan olvidados de la ley. Nos hemos pasado la vida echando de casa a fenicios, griegos, moros, franceses... ¡Pensar que nuestra Historia se hubiera podido reducir a cinco o seis cédulas de desahucio presentadas a tiempo! Equivocamos el camino y nos fuimos a Covadonga en vez de al juzgado.
Ya está Mr. Hamilton feliz. Ofreció al Séneca un cigarrillo rubio. Lo agradeció éste y empezó a liar uno moreno:
-¿Pero no cree usted, mister, que todo eso es como en el juego? Muy bonito si, de antemano, estamos todos de acuerdo. Pero si a uno le da por no aceptar que el as vale más que la sota, ¿qué?...
Mientras encendía su yesquero, el Séneca, más pícaro y agudo que nunca el ojillo de tras el cristal único, canturreaba aquellas alegrías que habla del Puerto, San  Fernando y el Peñón de Gibraltar. El peñón es un lugar común del cante liviano del Sur. En toda fiesta, sale a relucir y siempre hay, en el corro, un cónsul o un vinatero inglés que disuelve en bromas el arabesco musical de la copla. Aquella tarde el Séneca terminaba murmurando:
-Si usted me lo  hubiera dicho a tiempo, hubiéramos presentado en plazo el documentito de desalojo...
Sonreían los dos, amigos cordiales. Las venillas de la nariz del Séneca y las de Mr. Hamilton cantaban la hermandad secular de muchos abuelos discretos bebedores. El sol de septiembre se estaba poniendo. Y todo -las uvas, el cielo, la Historia y las almas- estaba allí blando de jugosa madurez.
Diario ABC. 25/09/1946.

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